.help { cursor: help; BORDER-BOTTOM:#111 1px dashed; } Aqui en el pirovano: Montañas de café

jueves, agosto 16, 2007

Montañas de café


"... Una vez en la cama, a la cual resbalamos como peces sorprendidos/ lamitad llenos de lumbre,/ la mitad llenos de frio nada nos parece lo suficientemene horrible como para levantarnos y cambiar a Fafner de lugar [...] Por todo eso nos quedamos donde estábamos, pero a los cinco minutos empezó Cristo a padecer; uno tras otro, camiones y autos y camping-cars iban llegando, se detenian un momento vaya a saber porque al lado de Fafner, nos metían sus focos en plena penumbra interior, y luego arrancaban otra vez con sus tremendos rugidos y explosiones para volverse a la autopista. Todo eso, objetivamente, hubiera debido ser infernal y de alguna manera lo era, pero a la vez los signos estaban invertidos y el acoso mecánico, las ráfagas de luz y el hostigamiento de los camiones en marcha o ya estacionados se volvia más y más favorable para la fiestas de la noche, para la noche del paradero, para eso que habíamos estado descubriendo poco a poco y que ahora restallaba finalmente con nosotros mismos como centro, desnudos en el acuario cambiante, en la cápsula extraterrestre por increible y absurda, pilotos maravillados de un Ovni que acabara de posarse entre los camiones y entrara en ese juego que no podían sospechar los que nos fustigaban con luces y nos volvían el centro de un aquelarre de motores y de fuegos.
En ese estado de ingravidez, en esa brújula iridisente que cambiaba continuamente de luces y de sonidos, supimos que esa noche era la noche de nuestra fiesta, que despues de tantos dias de avance y exploración habiamos sido aceptados por una de las ciudades efímeras, que también sin saberlo los camioneros nos rodeaban en una ceremonia de iniciación y de reconocimiento, nos ponian en las manos las llaves invisibles de la ciudad fantasma, y que al alba el lugar estaria desierto y gris, que Fafner despertaria como cenicienta en una playa de cemento vacía e indiferente. Vivimos la maravilla de que tanta cosa horrible en si misma se volviera maravilla por y para nosotros, aceptamos en una lenta, deliciosa ceremonia interminable todo lo que habíamos rechazado siempre en nuestra vida de ciudades estables y petrificadas. Beduinos en el aduar de una noche, mutantes de una pocas horas en que amarse era como hacerlo en un calidoscopio, proteiformes y huyentes, cubiertos de estrellas fosforecentes o envueltos en rápidas ráfagas de sombra, cayendo en pozos de silencio donde nuestro murmullo era como una caricia más, hasta recibir el chirriante latigazo de una frenada como un eco de terrores antidiluvianos, de megaterios pisoteando los helechos del tiempo.
Y despues dormimos, Osita, y ya entrada la mañana seguias durmiendo y solo a mí me fue dado ver la noche del fin del paradero, el sol rasante que convertía el fuelle de Fafner en una cúpula naranja, que resbala en las cortinas laterales para meterse con nosotros en la cama, empezar a jguar con tu pelo, con tus senos, con tus pestañas que siempre parecen mas, que siempre parecen muchisimas mas cuando estas dormida.
También yo jugue ese último juego antes de las naranjas y el café y el agua fresca, un juego que viene de la infancia y que es taparse con las sábanas, desaparecer en esas aguas de aire espeso y entonces de espaldas doblar poco a poco las piernas levantando las sábanas con las rodillas para hacer una tienda, y dentro de la tienda establecer el reino y allí jugar pensando que el mundo es solamente eso, que por fuera de la tienda no hay nada, que el reino es solamente el reino y que se esta bien en el reino y nada mas hace falta. Dormias dandome la espalda, pero cuando digo que me la dabas estoy diciendo mucho mas que una mera manera de decir, porque tu espalda se bañaba en el resplandor de acuario que nacía del sol filtrandose por la sábana vuelta cúpula traslúcida, una sábana de finas rayas verdes, amarillas, azules y rojas que se resolvian en un polvo de luz, oro flotante donde tu cuerpo inscribia su oro mas sombrío, bronce y mercurio, zonas de sombra azul, pozas y valles.
Nunca te había deseado tanto, nunca la luz había temblado tanto en tu piel. Eras Lilith, eras Cypris, de la noche del paradero renacias al sol como los murmullos de fuera que crecían, los motores arrancando uno tras otro, el rumor de la autopista creciando con el aflujo que cada paradero hechaba ya a correr despues del sueño. Te mire tanto, sabiendo que ibas a despertar perdida y asombrada como siempre, que no entenderías nada, ni la tienda secreta ni mi manera de mirarte, y que los dos empezarías el dia como siempre, sonriéndonos y <<¡jugo de naranja!>>, mirándonos y <<¡café, café, montañas de café!>>..."





Julio cortazar, Carol Dunlop
Los autonautas de la cosmopista (fragmento)

5 Comments:

Blogger Lala said...

No lo conocía, gracias por citarlo, tengo algo más para sumar a la lista de las lecturas pendientes.
beso!

2:43 p.m.  
Blogger Agustin said...

libro que si bien es un poco denso en ciertas parets, te deja estos escritos que vos decis: la puta madre julio, mas humano no podes ser...
Besos para tí, gracias por pasar :)

10:07 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Un besote! buen fragmento, intenso... adictiva lectura... quiero una montaña d café x)... besos

10:22 p.m.  
Blogger Agustin said...

korscha: no sos la única. Aunque no sabemos si son contraproducentes o.O
besos!

1:21 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Wow... Estaba Buscando Esta Maravilla De Cortazar Y En El Único Lugar Q Aparecía Era En Este Blogspot...

Así Q Mil Gracias!!!

Saludos!!


Yo... Ti!

11:18 a.m.  

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